Thibaut Courtois es el portero de moda. Nacido en Bree (Bélgica) el 11 de mayo de 1992 (22 años), ha madurado durante estos 3 últimos años y medio para convertirse en uno de los mejores porteros del mundo, llevando al Atleti a conseguir su décima Liga y su segunda final de Champions.
Desde la profunda admiración que siento por este genio de la portería, es una buenísima noticia que haya dos porteros entre los 23 mejores del mundo, ya que el único portero capaz de ganar un Balón de Oro fue Lev Yashin, 'la araña negra', que lo ganó en 1963. Con esto no queremos decir que Courtois sea favorito, pero es una magnífica noticia que se reconozca el trabajo de los guardametas.
Thibaut empezó su carrera en el Genk de Bélgica, cuyas impresionantes actuaciones le llevaron a fichar por el Chelsea, que se lo cedió durante 3 temporadas al Atlético de Madrid, donde se hizo un portero de talla mundial. El Chelsea lo repescó, aunque él admite que el Atleti siempre irá en su corazón, como ya demostró en la polémica semifinal de Champions donde Courtois fue uno de los artífices de la eliminación 'blue'. Además, es indiscutible en la selección belga, con la que acudió al Mundial de Brasil.
Respecto a su palmarés, podemos decir que al llevar apenas 5 temporadas en la élite no es muy amplio, pero si sigue a este nivel cosechará grandes títulos en un futuro no muy lejano: ha ganado una Liga de Bélgica, una Liga BBVA y una Copa del Rey a modo de club, mientras que posee los premios de mejor portero de Bélgica, de España y mejor portero joven, así como 2 trofeos Zamora el las temporadas 12-13 y 13-14, superando a genios como Casillas o Valdés.
¿Por qué debería ganar el Balón de Oro? Parecía que el Atlético no se iba a recuperar nunca de la marcha de David de Gea, pero el belga superó con creces las expectativas puestas en él. En el verano de 2011, Joel apenas tuvo un par de partidos antes de que el belga se hiciese con el puesto. A partir de ahí, ya sabemos lo que ha sucedido: espectaculares palomitas, muy bien en los balones aéreos, sublime de reflejos, una estirada imbatible y una seguridad impropia de su edad. Paradones míticos como el de Ozil en la final de Copa del Rey o las de aquel partidazo contra el Valencia son los recuerdos imborrables de aquel ciclista que un día se hizo portero.
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